Juan Pablo II peregrinó a Santiago en 1989, con jóvenes de todo el mundo. Allí dijo aquellas famosas palabras: «Europa, sé tú misma». Se refería a las inevitables raíces cristianas del viejo continente. Benedicto XVI es también un europeo convencido. Piensa sin embargo que el viejo continente ha sufrido el conocido «rapto de Europa»: renunciamos a nuestros propios orígenes. «Y un árbol sin raíces, se seca», escribió. Por eso el Papa alemán ha hablado en Santiago de fe y razón, de verdad y libertad, como las verdaderas raíces de nuestra cultura europea.
Después, uniendo pasado y futuro, dirigió sus pasos a Barcelona, a la Sagrada Familia, la basílica del siglo XXI. El cardenal Ratzinger solía decir que el principal argumento para evangelizar hoy este mundo posmoderno es la belleza presente en el arte cristiano y en la vida de los santos. El «arquitecto de Dios» podría unir estas dos facetas, si su proceso de beatificación llegara a buen puerto. Gaudí aprendió todo en tres libros: la Biblia, la liturgia y la naturaleza. En la consagración de la nueva basílica, la música llenaba las bóvedas –un bosque de palmeras– con cantos en diferentes lenguas. A la vez la luz y el color, el aceite y el agua, el pan y el vino, el fuego y el incienso hablaban el lenguaje de la naturaleza.
El hombre no es solo un ser racional, sino también ritual. Benedicto XVI ha aprovechado ese ambiente para también hablar del arte y de la belleza, «gran necesidad del hombre» y «reveladora de Dios». En la Sagrada Familia se contiene todo un completo itinerario de la fe, pero las imágenes no están dentro de la iglesia sino en la fachada. Cualquier viandante puede verlas desde la calle. Es una imagen del diálogo que la Iglesia mantiene con el mundo actual. Ahora el sucesor de Pedro entonaba en su homilía un canto al arte y a la belleza, y a la vida y a la familia.
«La Iglesia se opone a las negaciones de la vida humana», dijo, y sobre todo defiende la familia y el matrimonio natural. Son «escuela de amor, oración y trabajo», que presentan su modelo en esa “trinidad de la tierra” –decía san Josemaría– formada por Jesús, María y José: la Sagrada Familia. Por eso la familia es tan importante. Benedicto XVI ha pedido para ellas y para las mujeres ayuda por parte del Estado. Un último secreto: «Sólo donde existen el amor y la fidelidad, nace y perdura la verdadera libertad». Son también la clave de la felicidad. Desitjo, finalment, confiar a l’amorosa protecció de la Mare de Déu, acababa el Papa con una invocación a María.
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